Es mejor contar que argumentar
Los Alcántara son una entrañable familia española de clase media. Viven durante el tiempo final del franquismo y el tiempo inicial de la transición democrática. Antonio y Mercedes tienen 4 hijos: Carlos, Inés, Toni y María. En torno de ellos se entrelazan diversas historias de un vecindario madrileño con un macro relato político, social y cultural que comienza en los años 60 del siglo pasado, transita por los 70 y finaliza en los 80.
En realidad, los Alcántara viven en Televisión Española. Antonio es Imanol Arias y Mercedes es Ana Duato (inolvidables ambos). Porque “Cuéntame cómo pasó” es una muy exitosa serie televisiva seguida por millones de telespectadores en todo el mundo. Una serie cuyo título, cuya estructura y cuya propia razón de ser homenajea uno de los recursos psicológicos más vitales: la narrativa.
Estamos todos inmersos en una multitud de relatos, de historias, de narraciones.
La televisión cuenta historias. El cine también. El teatro.
Los padres cuentan historias a sus hijos.
Y los escritores. Los periodistas también.
Los pacientes en la sala de espera.
Y los publicistas y los cantantes.
Todos contamos historias todo el tiempo. En la oficina, en el salón de clases, en el bar.
Y las escuchamos.
A tal punto que algunos psicólogos decimos que se logra un buen ajuste en materia de salud mental cuando la vida propia se transforma en un relato soportable, un relato con el cual podamos vivir. Pero un relato, al fin.
Sucede que la mente humana necesita de historias del mismo modo que el pez necesita del agua.
Respiramos historias.
En todos los tiempos y en todas las culturas.
Devoramos historias.
Y a través de ellas comprendemos el mundo que nos rodea y nuestro propio lugar en ese mundo.
Una narrativa no es una exposición.
No es un listado de hechos.
Tampoco una definición enciclopédica.
Ni una colección de argumentos explicativos.
Una narrativa es una estructura con comienzo, desarrollo y final. Una serie de eventos relacionados entre sí a lo largo de un determinado tiempo y protagonizado por personajes que interactúan entre sí.
3 son los grandes paradigmas a los que en última instancia se reduce la esencia de toda narración: la historia heroica, la historia romántica y la historia de sacrificio.
Y en todos los casos surgen obstáculos a vencer y conflictos a resolver.
Storytelling.
Así le dicen los anglosajones.
Y es que cuando quieres transmitir una idea, no hay nada mejor que contar una historia.
Porque narrando vas a lograr máxima atención, máxima comprensión, máxima simpatía y máxima recordación.
Conviene recordarlo.
Las personas aceptan mucho más fácilmente una idea cuando su mente está en formato ficción que cuando está en formato no ficción.
Storytelling.
Contar una historia.
Dar estructura narrativa a lo que queremos comunicar.
No me lo expliques: cuéntame cómo pasó.
Fuente: maquiaveloyfreud